Me aparté unos minutos de la discusión, no se suele apreciar un cielo así en las ciudades, respiré profundamente y volví a enfrascarme en la negociación.
Dicen que de noche la gente se transforma, se vuelve como más resuelta, y más aún tras dar buena cuenta de un recipiente repleto de una mezcla de ron Paticruzado, agua de soda, limones de los salvajes, hierbabuena y azúcar de caña, el popular mojito. Hacía varias horas que andábamos a la caza y captura de un macho, que así es como los santiagueños llaman al cerdo. Vladimir, nuestro amigo cubano con cara de bejigo, que así es como los santiagueños llaman a los niños, insistía en que no era fácil comprar un guarro a esas horas de la madrugada. Una señora voluminosa, vestida con una bata de vivos colores nos hizo callar tras mamporrear la enésima puerta. Nos recomendó a un primo segundo suyo que vivía a las afueras, apodado cara de lata por tener el rostro no demasiado blando, no sin antes agarrar un tremendo berriao, que así es como los santiagueños llaman al enfado.
A la mañana siguiente, acoplados en perol, que así es como los santiagueños llaman al automóvil, Chevrolet del 54 por supuesto, nos dirigimos a ver a nuestro amigo el joven cubano.
De padre ruso y perteneciente a una familia venida a menos tras la desintegración de la Unión Soviética, vivía en una casona de tipo colonial. Los colores se percibían verdes y rosas de tono pastel, más por intuición que por apariencia, ya que en las paredes destacaba la herrumbre y la desolación arquitectónica.
El patio trasero estaba repleto de personas, familiares que habían venido para ayudar en los preparativos de una comilona basada en nuestro compañero de aventuras, el macho, y un plato llamado arroz congrí, que es así como los santiagueños llaman a un potaje de arroz con frijoles negros, especiado al estilo isleño.
Andaba yo en mis pensamientos, cuando observé un niche, que es así como los santiagueños llaman a los que son de tez negra. Portaba pantalones de campana raídos por el tiempo y envueltos en un cordel verde a modo de cinturón, camisa desgarrada de matiz grisáceo, mitad por fuera, mitad por dentro y con apenas un par de botones enganchados, chanclas enmohecidas, y en la mano derecha el instrumento matarife, la matavacas sandungona, que es así como los santiagueños llaman al cuchillo grande. Al aproximarse directamente hacia mí tuve el ademán de levantarme y salir corriendo. ¿Me puedo sentar a su lado?, es que estoy guarnio, que es así como los santiagueños…
No, un momento, esto no es santiagueño, decir eso es típico en mi ciudad.
Así, le hice saber que me parecía extraño cómo en un lugar donde la mayoría tiene algún familiar gallego, se expresaran de vez en cuando exactamente como lo hacen en mi barrio, al estilo andaluz; bicha, coba, quemao, piñaso, cartucho, jamar… Él me lo aclaró al instante, indicándome que eso se debía al fenómeno de la transculturación. A partir de ahí no hice más que mantenerme en silencio, primero por atender a sus explicaciones lingüísticas y segundo porque no sabía que responder. El personaje ajado resultó ser profesor universitario en alguna rama sociológica.
La fiesta terminó a las siete horas y diez minutos porque, como todos los días y a la misma hora, el cielo se descargó sin piedad durante cinco minutos.
Desde aquel día pienso frecuentemente si no deberíamos transculturizarnos más a menudo.
Texto y fotos Leo Fabre
Arroz Congrí
- ½ kilo de frijoles negros
- ½ kilo de arroz de grano largo
- 6 dientes de ajo
- 1 cebolla
- 2 pimientos verdes
- ½ cucharadita de comino
- ½ cucharadita de orégano
- Una pizca de pimienta molida
- Aceite de oliva
- Vino blanco seco
- Sal al gusto
- Dejar en remojo dos o tres horas los frijoles.
- Cocinar con un litro y medio de agua hasta que se ablanden. Apartar los frijoles y el caldo de la cocción.
- Sofreír el arroz en aceite de oliva.
- Sofreír aparte en una cazuela grande la cebolla, los pimientos y los ajos finamente picados.
- Cuando estén dorados añadir el caldo, los frijoles, orégano, comino, pimienta negra y la sal. Cuando empiece a hervir añadir el arroz sofrito previamente.
- Tapar la cazuela y cocinar a fuego medio hasta que el arroz se ablande y se vea casi seco.
- Añadir un chorreón de vino blanco, bajar el fuego al mínimo y dejar cocinar 5 o 10 minutos más.